El crecimiento estimado para 2023 es menor al previsto para 2022, en un entorno en el que diferentes indicadores económicos se han deteriorado. Los problemas se han profundizado.
El país atraviesa por una situación económica que se va deteriorando cada vez más, etapa que comienza a finales del año 2014, año en que caen los ingresos por hidrocarburos. En adelante, se registra una desaceleración de la economía.
Inicialmente, con relación a los ingresos del Estado, no solamente cayó la renta por hidrocarburos (entre 2014 y 2016), llegando a un nivel muy por debajo a los niveles del periodo de bonanza, sino, también se registran limitaciones en los ingresos tributarios. Desde 2016, los ingresos por impuestos se congelaron e, incluso, en algunos años, disminuyeron. El nivel actual y el previsto en el Presupuesto 2023 estaría por debajo del 2014.
Aún no se advierte una recuperación de las recaudaciones tributarias como tampoco se prevé que pueda registrarse una recuperación de la renta por hidrocarburos en el corto o mediano plazo, incluso a pesar de la evolución de los precios internacionales, puesto que, en los últimos años, se ha presentado una disminución de los niveles de producción.
Los principales ingresos con los que cuentan los gobiernos subnacionales (gobernaciones y municipios) provienen de las transferencias por coparticipación de impuestos (incluyendo el IDH) y las regalías, por lo tanto, la evolución de sus ingresos tiene un comportamiento similar al registrado en las recaudaciones nacionales, es decir, que se redujeron en el último periodo.
Bajo este contexto, el sector público en su conjunto ha estado reduciendo sus niveles de inversión pública, la cual, además, ha sido desplazada por el creciente gasto corriente. Es así que el principal actor de la economía, que es el sector público, se encuentra en una situación con ingresos limitados, un profundo déficit fiscal, y consecuente y constante endeudamiento. Este primer elemento, por sí mismo, cuestiona el “modelo” planteado por el gobierno de hace muchos años, el cual se sostiene en una constante expansión del gasto público para impulsar la economía, lo que claramente no es sostenible.
En este marco, el crecimiento estimado para 2023 es menor al previsto para 2022, en un entorno en el que diferentes indicadores económicos se han deteriorado.
Las tendencias en general fueron profundizadas por la crisis del coronavirus, pero ya antes de la pandemia los desequilibrios macroeconómicos presentaban señales de riesgo de insostenibilidad.
Con relación a otra variable fundamental que es la inflación, ésta, en el marco de la etapa de desaceleración, se ha reducido y ha sido baja durante los últimos años (0,9% para 2021); sin embargo, en adelante, la inflación podría aumentar por diferentes factores como la emisión de deuda interna, la disminución de las reservas internacionales y el aumento de los precios internacionales. De acuerdo con las previsiones del Presupuesto 2023, la inflación aumentaría a 3,57% para el siguiente año.
Otro de los problemas y desafíos que afronta el sector público es el déficit en la balanza comercial (más importaciones que exportaciones) bajo un tipo de cambio fijo desde el año 2011, y la consecuente caída de las reservas internacionales.
En principio, la bonanza económica con las exportaciones de recursos como el gas, a precios altos, permitió una acumulación importante de reservas. Las Reservas Internacionales Netas (RIN) llegaron a un nivel máximo de más de 15.000 millones de dólares en 2014. En adelante, registran una caída casi constante (hay una salida neta de divisas), llegando a 3.800 millones de dólares en noviembre de 2022.
Esta caída obedece al déficit en la balanza comercial, bajo el actual tipo de cambio con la moneda nacional sobreapreciada, siendo que los productos extranjeros son relativamente más baratos que los nacionales.
Los problemas señalados se han gestado y profundizado durante los últimos años y prevalecen para 2023. Lo más preocupante es que no se advierte, por parte del gobierno, políticas que vayan a resolver estos problemas y a revertir las tendencias.
Los principales cuestionamientos que se tienen para 2023, y en adelante, son:
¿Cómo se pretende abordar la caída y limitación de recursos del Estado y de los gobiernos subnacionales para cumplir con sus competencias?
¿En qué momento se van a reconducir las finanzas públicas, que registran un déficit por varios años, y hasta qué punto se prevé incrementar la deuda?
¿Qué se pretende hacer ante la caída persistente de las Reservas Internacionales, y cuándo, considerando que se están registrando niveles cada vez más bajos?
Claramente, la situación actual demanda, de manera urgente, un plan económico que corrija los actuales desequilibrios macroeconómicos y, por tanto, se preserve la estabilidad; y por otro lado, a partir de un sinceramiento sobre las limitaciones actuales del Estado, se generen políticas de desarrollo efectivas, orientadas hacia el productor nacional, más allá del actor estatal.