¿Qué pasó? Finalmente, el viernes por la mañana, a las 08.50, el Sistema de Consolidación Oficial de Resultados de Cómputo reportó el escrutinio del 100% de las actas de la elección del domingo 18. El resultado “mundial” (Bolivia más el voto en el exterior) dio 55,11% de la votación para el Movimiento Al Socialismo (MAS); 28,85% para Comunidad Ciudadana (CC); y, 13,97% para Creemos.

En varios sentidos, esta elección es peculiar. Hasta hace dos semanas, las dos encuestas más difundidas, de Ciesmori y del consorcio Tu Voto Cuenta, daban una diferencia entre los candidatos del MAS, Luis Arce, y de CC, Carlos Mesa, de 7,9 puntos porcentuales en el caso de Ciesmori, y de 6,8 para Tu Voto Cuenta. La idea era que, mal que bien, con la salida de la carrera de Juntos (Jeanine Áñez) y Libre21 (Jorge Quiroga) el voto anti-MAS se acercaba al MAS, y se daba por descontado que se iría a segunda vuelta, y ahí, estaba meridianamente claro, que al fin el MAS sería derrotado. Era tal el ambiente —el deseo, acaso— de la segunda vuelta que un medio colega, el domingo anterior a la elección, presentó la encuesta en que Mesa y Arce (ya) estaban empatados, que incluso CC ganaba al MAS por una décima, 27,2 a 27,1. En el resultado oficial, Arce se distanció de Mesa 26,26 puntos porcentuales, casi doblándole el porcentaje de votación. Con todo, no es la mayor distancia del MAS respecto de su segundo; si bien es más en relación a la elección de 2005 (25,15 puntos de distancia), es menos en vista a los comicios de 2009 (37,76 puntos) y de 2014 (37,13 puntos); pero por supuesto que es significativa, sorprendente y hasta desconcertantemente mayor que la estrecha victoria que el MAS obtuvo sobre CC en la elección fallida de 2019: apenas 10,57 puntos porcentuales, rayando en lo mínimo para evitar la segunda vuelta.

Ésta, también, es la primera elección en la historia del MAS que el candidato no es Evo Morales; y si bien el exmandatario fue el “jefe de la campaña” y Arce y Choquehuanca fueron sus ministros que mayor tiempo le acompañaron en sus tres gobiernos, desde antes de la elección ambos establecieron una nítida distancia con el exmandatario; el más claro fue Arce, que en una entrevista dijo que él no era Evo, y que si éste quiere ayudar en el gobierno, será bienvenido, pero que eso no significará que sea parte de la gestión.

Y he aquí uno de los primeros problemas del futuro gobierno del MAS, adelantan los analistas: ¿cómo gestionar la presencia e incidencia del líder del partido, Evo Morales, en la próxima administración gubernamental?

La elección del 18, además del repunte del MAS, ha significado un peculiar retorno a la Asamblea Legislativa Plurinacional de 2005, cuando el MAS tenía lo que se puede llamar una “mayoría compleja”: tiene la mayoría absoluta en las tres instancias legislativas: el Senado, Diputados y en el plenario de la Asamblea, pero no ha alcanzado los anhelados dos tercios.  Uno de los análisis más completos que se hizo de los resultados de la elección del domingo fue el del miércoles 21 en el programa de televisión para internet Piedra, papel y tintade La Razón. Allí, el sociólogo político cochabambino Fernando Mayorga, destaca tres hechos para la sorpresiva vitoria del MAS en primera vuelta.

Primero, que a la idea que los opositores al MAS insistían en que el 18 se jugaba la contradicción “dictadura-democracia”, el MAS frente al resto, respectivamente, se impuso el dilema “crisis económica-estabilidad”, pues bien, muchos indecisos se ubicaron en este plano y votaron por Arce, por la confianza en su gestión económica. En segundo lugar, y no menos relevante, dice Mayorga, es que el MAS en 2020 “recuperó una votación perdida en la elección de 2019”; específicamente alude a la gente que votó por Chi Hyun Chung, que el año pasado obtuvo el 8% nacional, que en La Paz y Oruro pasó del 14-15%, y que el domingo 18 apenas pasó el 1% a nivel país. Y, tercero, que esta vez con más fuerza volvió a expresarse el “peso de lo identitario, que explica el voto cohesionado, sobre todo en el mundo aymara”. Esto se puede ver en el caso de los departamentos de La Paz, Cochabamba, Potosí y Chuquisaca, donde pese a ganar por décimas o hasta perder en la ciudades capitales, es el “voto rural” el que inclina la balanza hacia el MAS. Voto no capitalino, habría que decir, pues buena parte de la “victoria rural” de Arce se debe a las grandes ciudades intermedias más menos cercanas al municipio-capital; siendo el caso más nítido la pareja contrapuesta La Paz-El Alto.

La crisis económica, sí hoy día es el factor que hizo decidir a mucha gente por el MAS, destaca la analista Lourdes Montero, pero además, esa crisis, hará retroceder, dice, los actuales aprestos negacionistas de la elección, de rechazo al proceso en bloque porque no puede ser que el MAS haya logrado una victoria de tal contundencia. Hay un enorme enojo por parte de los sectores derrotados en la elección del domingo, pero “yo creo que no va a haber mucho más allá; lo que puede contener esto es una amenaza mayor que es la crisis económica; el instrumento del paro cívico, que ya lo han anunciado, podría ser detenido frente al riesgo que implica hundirnos más en la crisis económica”, y Santa Cruz en sus distintos estratos productivos es lo que menos quiere, destaca Montero.

La cineasta Verónica Córdova, por su lado propuso que el inesperado repunte del MAS el 18 proviene de la adscripción democrática del votante boliviano. “Yo creo que la señal que ha dado el pueblo boliviano con su votación el domingo, más allá que apoyar a un candidato, ha rechazado una visión de país que se estaba tratando de imponer por la fuerza, una visión de país neoliberal, con un fundamentalismo religioso, con una mirada discriminadora hacia las mayorías; el secuestro de la palabra democracia, que decía ‘nosotros somos los democráticos y todos los demás son antidemocráticos, ha sido claramente rechazada en esta elección”. 

Para el economista, especializado en temas electorales, Armando Ortuño, este “apego de la gente a las instituciones democráticas y al voto como elemento de resolución de sus conflictos” precisamente se expresó en aquello que dejó muy sorprendidos a los observadores internacionales: el alto porcentaje de participación de la ciudadanía en la votación. Alrededor del 88 por ciento, éste todavía en medio de la pandemia y tras un año de conflictos políticos y sociales bajo el gobierno transitorio de Áñez. “Creo que la gente en Bolivia ha apostado finalmente a la democracia y la cultura democrática está mucho más extendida de lo que pensamos, gracias a Dios”. 

La sopresa del triunfo del MAS en primera vuelta también está, destaca a su vez el politólogo Jorge Richter, en  lo que se puede llamar “la subalternización del proceso sociopolítico del país a las encuestas”, una sustitución o suplantación de la realidad por las encuestas cometida por los políticos, analistas, medios de comunicación.

“Las encuestas no mencionaban las identidades, lo que significó la ruptura del 2019, la racialización despectiva en agosto; un conjunto de elementos que forma parte fundamental del análisis, pero que no está en el porcentaje de una encuesta”, apunta Richter. En esta ceguera de lo que pasaba, añade, no se vio que buena parte de las clases medias también veía cómo el país bajo el gobierno transitorio se precipitaba en la desinstitucionalización; clases medias que en 2019 marchaban contra el supuesto “fraude” electoral ahora le dieron su voto de confianza al MAS. Clases medias que “entendían que había un sobrerrelato de lo que significaba fraude y una ruptura institucional que se había producido en el país, y esto te lleva a que había que reconducir Bolivia hacia la vía institucional”.

En lo que se daba como análisis de la realidad política y social, reclama Richter, también se dejaba de lado los problemas de identidad, del odio, de la intolerancia, de la racialidad; “la palabra inclusión estaba absolutamente desechada de los discursos”, cuando el país estaba viviendo precisamente estos males. “Y las encuestas solo reflejando las tendencias de opinión”. Para la decisión de mucha gente de volver al MAS, acaso de manera sustancial, destaca Richter, haya estado  el miedo que el gobierno interino sembró para reprimir la disidencia que la gente pudiera tener frente a este régimen.

En el voto masivo por el MAS, advierte el politólogo, también se tendría que ver la “superación del caudillismo” en el partido-instrumento; que el MAS acaso se encuentre en la fase post Evo, que lo hace más abierto.