Bolivia ha experimentado muchas etapas de aprovechamiento de sus recursos naturales y en todas ha heredado solamente frustración y pocos beneficios para el país. Con la fiebre del ‘oro blanco’, el litio, en apogeo mundial, el Gobierno boliviano intenta “subirse al tren”, a pesar de los tropiezos que viene dando desde 2008, cuando el entonces presidente, Evo Morales, dio inicio al proceso denominado Industrialización de los Recursos Evaporíticos de los salares bolivianos, en el que se ha invertido cerca de $us 1.000 millones.
Desde ese entonces hasta hoy, se crearon dos instancias para el desarrollo industrial del mineral blanco, primero fue la Gerencia Nacional de Recursos Evaporíticos (GNRE), para luego dar paso al actual Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), que en abril decidió dar un giro en el lánguido avance de la industrialización, al lanzar la Convocatoria Internacional para el desarrollo de Tecnología de Extracción Directa de Litio (EDL).
La convocatoria logró reunir a 19 proponentes, de los cuales nueve quedan en carrera. El ministro de Hidrocarburos y Energía (MHE), Franklin Molina, en un acto de socialización de los proyectos de litio en la localidad potosina de Colcha K, el viernes, dijo que el proyecto está inmerso en la estrategia estatal rumbo al Bicentenario (de la creación de Bolivia) y que uno de los componentes, la planta industrial de carbonato de litio, está próxima a concluirse en el salar de Uyuni.
Por su parte, el viceministro de Altas Tecnologías Energéticas, Álvaro Arnez, destacó la reactivación de las plantas de Carbonato de Litio y de Cloruro de Potasio, y que las exportaciones a China, Rusia y Estados Unidos volvieron a fluir. Reveló que las nueve empresas que proyectan la EDL ya están negociando con YLB para obtener información técnica para el aprovechamiento de las salmueras provenientes de los salares de Uyuni, Coipasa y Pastos Grandes.
“Se van a tener frutos el próximo año”, expresó Arnez, a tiempo de anunciar que en 2024 será posible producir cátodos para la fabricación de baterías. Además, indicó que las empresas “han accedido” a compartir sus patentes tecnológicas, aspecto que los grandes fabricantes de baterías de litio custodian celosamente.
No perder las esperanzas
El experto en minería de la Fundación Jubileo, Héctor Córdova, indicó que la EDL permite reducir los tiempos de recuperación del litio -que hasta ahora lleva hasta 24 meses por proceso de evaporación-, a solo tres días, con lo que se logra separar químicamente a los ‘acompañantes’ del litio como potasio, boro, sodio, calcio, magnesio y sulfatos.
Córdova explicó que en el salar de Uyuni el magnesio está presente en una proporción de 20 a 1 con relación al litio, por lo que extraerlo con métodos tradicionales es moroso y con poco aprovechamiento. En el salar de Coipasa, la fortaleza es el potasio y en Pastos Grandes mejora la calidad, pero los volúmenes son menores. “Con la EDL se puede recuperar hasta el 90% de litio de las salmueras”, explicó a EL DEBER.
Sin embargo, espera que no sea otro intento fallido, como el que hubo con la empresa alemana ACI Systems, con la que se logró una alianza estratégica privada-estatal que fue interrumpida por discrepancias en visiones políticas, primordialmente. “Las observaciones de analistas independientes y de la dirigencia de Comcipo (Comité Cívico de Potosí) arreciaron y provocaron reacciones negativas contra el proyecto, que culminaron con la anulación del acuerdo (decreto), en 2019, por parte del presidente de ese entonces (Evo Morales. Después de esto, el proyecto está a la deriva”, recordó Córdova.
La estrategia, planteada y defendida por el entonces viceministro de Altas Tecnologías Energéticas, Luis Alberto Echazú, desde 2010, determinó tres etapas para concretar la industrialización del litio: determinación de la tecnología, producción industrial de cloruro de potasio y de carbonato de litio, y producción de baterías.
“Esta estrategia se fue cumpliendo, contra viento y marea. Se determinó la tecnología, se montó la planta de cloruro de potasio, se está montando la planta de carbonato de litio, ambas con la mitad de la capacidad propuesta, y se concretó la producción piloto de material catódico y de baterías.Para encarar la tercera etapa, después de un largo proceso de selección y de varios aspectos muy discutidos, se firmó un acuerdo con la empresa alemana para consolidar una empresa mixta que debía llevar adelante la producción de baterías de litio en Bolivia”, relató el especialista.
Lementó que el rompimiento de la relación con ACI Systems fue un intento de Evo Morales por congraciarse con la ciudad de Potosí, que presionaba para romper ese contrato por considerar que favorecía más a la empresa alemana que al Estado boliviano.
Potencial boliviano
El Estado boliviano afirma que el país cuenta con recursos por 21 millones de toneladas de litio en el salar de Uyuni (10.500 km2), el mayor desierto de sal del mundo, sin contar los otros salares menores de Coipasa y Pastos Grandes. A pesar de poseer el mayor volumen mundial, por encima de Argentina (17 millones de toneladas), Chile (9MM), Estados Unidos (6,8 MM) y Australia (6,3 MM), no tiene certificadas sus reservas, lo que pone una traba de confianza para los inversores extranjeros.
Con el auge de los vehículos eléctricos con baterías de litio en vertiginoso ascenso, la fiebre del ‘oro blanco’ está dejando de lado a Bolivia, coinciden analistas y especialistas. De acuerdo con las proyecciones mundiales, para el año 2030 se necesitarán 1,3 millones de toneladas del mineral procesado para fabricar las baterías de 33 millones de vehículos.
La cifra se ve gigantesca si la comparamos con la producción de litio en 2020, cuando los principales productores, con Australia a la cabeza, procesaron 82.200 toneladas.
El ex presidente de la Cámara Boliviana de Hidrocarburos y Energía (CBHE), Carlos Delius, dijo al sitio Radar Energético que Bolivia debe ubicarse en esa brecha de necesidad, pero antes debe resolver sus problemas internos. “Hemos hecho un intento muy importante, son casi 900 millones de dólares que han entrado en el salar de Uyuni, y se han producido solamente 15.000 toneladas de litio. Se tenía un negocio estructurado con una empresa alemana para la fabricación del material catódico (...)”, lamentó Delius.
El empresario, quien conoció de cerca el proyecto de ACI Systems, opinó que en esta nueva etapa no se deberían repetir los errores del pasado: “no haber consultado (el proyecto) bien con los potosinos, no haberles demostrado lo que se tenía, derivó en la terminación de este proyecto, que resultó ser víctima de una disputa política”, consideró.
Delius explicó que el concepto del proyecto consistía en el aprovechamiento de las colas o salmueras residuales tratadas por la planta de YLB y, en asociación, recuperar hasta 40.000 toneladas litio por año, para producir 7.000 toneladas de material catódico para baterías.
Propuestas de estrategia
El analista Héctor Córdova afirmó que la estrategia planteada por el Gobierno boliviano ha demostrado ser incompleta e insuficiente. “En ningún momento se menciona la formación de personal calificado ni el desarrollo de industria básica que provea los insumos necesarios para la industrialización del litio”, remarcó, a tiempo de mencionar que, para la fabricación de baterías, son necesarias 41 industrias más, ya que un acumulador de este tipo solo posee un 5% de litio.
“Además, se ha definido un solo producto final: las baterías, descartando otros productos alternativos; sólo se apuntó a la producción de sales de potasio, pero la salmuera de Uyuni contiene más de 30 elementos aprovechables”, consideró.
Al mismo tiempo, propuso desarrollar la industria básica que provea los insumos mínimos a la industrialización, formar el personal capacitado, concretar la transferencia de tecnología adecuada, diseñar una estrategia extremadamente precisa para coordinar todos los elementos; identificar mercados, determinar los aportes reales del país, hacer un análisis detallado de costos y beneficios, escoger aliados estratégicos, entre otros. “No creo que el Estado pueda ni deba enfrentar este desafío solo”, añadió.
El analista en energías, Francesco Zaratti, sostuvo que se necesita una sólida voluntad política para ingresar al comercio mundial mediante alianzas vigorosas y transparentes con otros actores mundiales. “La fiebre del litio no va a durar para siempre y corremos el serio riesgo de quedarnos sin soga ni cabra por los cálculos mezquinos e ideológicos de los gobernantes. Hay que dar un paso a la vez, acompañados por empresas que saben y pueden comercializar nuestros productos. Extraer compuesto de litio de calidad para batería, en primer lugar, con métodos eficaces y eficientes; luego pensar en construir, en el país, elementos de las baterías de litio y, finalmente, encaminar proyectos de industrialización a escala regional, mediante una integración económica e industrial con otros países de la región que carecen de litio”, dijo Zaratti.
El triángulo del litio
Argentina, Bolivia y Chile conforman el denominado ‘Triángulo del litio’, que en conjunto posee el 67% de las reservas mundiales del mineral, según datos del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS). Actualmente, el mercado del litio se ubica en torno a los $us 2.000 millones, con una proyección optimista de $us 7.700 millones para el año 2022.
Para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID); sin embargo, estos países enfrentan importantes desafíos para lograr que el uso del litio se traduzca en un instrumento efectivo para el desarrollo sostenible e inclusivo.
“Algunos, como Argentina, tienen el potencial para convertirse en el principal productor mundial de carbonato de litio, pero para ello se requiere generar mayor conocimiento técnico especializado e intercambio de mejores prácticas alrededor de la cadena de valor del litio, tanto de sus procesos como comercialización, resaltó la entidad en un reciente informe.
El desarrollo de la industria -apunta el reporte- también implica una oportunidad para que el sector pueda adoptar tecnologías y prácticas innovadoras que permitan un uso más sostenible de los recursos naturales. Las empresas de la región pueden integrar energías renovables para procesar, refinar y transportar el litio.
El desafío está planteado, pero a diferencia de Argentina y Chile, en Bolivia la iniciativa es estatal, con alto contenido político, coronada con permanentes conflictos sociales. Mientras tanto, los bolivianos continúan intentando romper la “maldición de los recursos naturales” que tradicionalmente ha perseguido a los países de la región.